DIEGO RUIZ, EL «MÉDICO FILÓSOFO»
Diego Ruiz Rodríguez (Málaga, 1881 - Toulouse, 1959) —filósofo, escritor,
psiquiatra, revolucionario… y pícaro fantasioso en algunas ocasiones— es un
personaje algo olvidado que disfrutó de cierta fama como prometedora figura del
pensamiento hispano, pero también como perpetrador de pequeños escándalos que
le convirtieron en el héroe de algunas leyendas urbanas barcelonesas e,
incluso, en el protagonista antiheroico de la novela Jo! Memòries d’un metge filòsof (1925)
de Prudenci Bertrana.
Diego Ruiz se trasladó a Barcelona en 1894, donde residía su tío Rafael
Rodríguez Méndez —prestigioso catedrático y rector de la Universidad de
Barcelona entre 1903 y 1905—, y como él estudió medicina. En 1902, al terminar,
aparentemente, la carrera, se desplazó a Bolonia, becado para doctorarse en la
especialidad de Psiquiatría. He dicho aparentemente porque, si se consulta su
expediente universitario, se puede comprobar que, a pesar de tener unas notas
excelentes, no llegó a cursar el último año de la carrera. Aparte de esto, parece
que en Bolonia tampoco acabó el doctorado... si es que llegó a empezarlo.
Diego Ruiz, durante su segunda estancia en Cataluña, entre 1905 y 1913 —además
de realizar cientos de conferencias y de escribir numerosas colaboraciones en
todo tipo de publicaciones culturales hasta convertirse en un personaje de renombre—,
escribió en castellano y catalán diversos libros de contenido filosófico —y de
difícil comprensión— como, por ejemplo, Genealogía de los símbolos.
Principios de una ciencia deductiva (1905), Llull, maestro de
definiciones: nueva disertación sobre los principios del método en la historia
de los sistemas (1906), Jesús como voluntad: dialéctica de la creencia cristiana
(1906), Teoría del acto entusiasta
(Bases de la ética) (1906) y De l'entusiasme com a principi de tota moral futura: preparació a l'estudi
de l'estètica (1907); un par de libros de
cuentos, Contes d'un filòsof
(1908) y Contes de glòria i
d'infern, seguits dels diàlegs i màximes del Super-Crist (1911) y un
libro de carácter programático de orientación modernista, escrito supuestamente
para guiar la formación política y cultural de unas nuevas élites conductoras
de la nación catalana, Del poeta civil i del cavaller (1908).
Sin embargo, al mismo tiempo que desarrollaba esa trayectoria fulgurante,
su comportamiento conflictivo y su agresividad discursiva le iban cerrando
puertas y creando enemistades.
La buena fortuna de Diego Ruiz concluyó de manera definitiva por una
conjunción de factores relacionados con su nombramiento como administrador y
director médico del Manicomio de Salt en junio de 1909. En primer lugar, nada
más tomar posesión del cargo, aplicó tratamientos psiquiátricos innovadores que
incluían un régimen abierto de entradas y salidas para los pacientes que
provocó inquietud social; y, además, realizó de manera pública una dura
denuncia de las condiciones misérrimas en las que habían vivido hasta entonces.
En 1910, escandalizó a las clases acomodadas gerundenses con la publicación del
libro La locura de Álvarez de Castro. Ensayo sobre la psicología patológica
de un episodio heroico (1910), coescrito con Prudenci Bertrana. Por último,
parece ser que se descubrió la impostura de su titulación médica y en julio de 1912
hubo de renunciar al cargo de director del Manicomio, que ejercía indebidamente.
Durante los meses siguientes, rechazado por los novecentistas y distanciado
de algunos de los modernistas más interesantes, malvivió de manera bohemia
hasta que, en 1913, tras una breve estancia en Francia y Suiza, decide abandonar
Cataluña e instalarse en Italia.
En ese país formará parte de un grupo semisecreto, revolucionario y
anticolonialista, el Klastos Club. Si hay que creer en los datos biográficos
suministrados por él mismo —casi siempre sospechosos de contener exageraciones
y medias verdades—, en función de esa militancia realizó algunas largas estancias
en Egipto y Palestina entre 1925 y 1928. También encabezó un grupo de estetas, gli
eternisti, vinculado al anterior, al que también pertenecía el misterioso
poeta Abel Gudra (¿personaje misterioso o heterónimo del propio Diego Ruiz?),
de quien se dice que influyó en la radicalización andalucista de Blas Infante.
Durante ese largo periodo —y esto sí que es innegable— publicó bastantes
libros y opúsculos en italiano, francés y alemán. Filosóficos como Das Ueberwirbeltier.
Praeludien einer Philosophie als Kosmogonie (1913), Die Welt ein symbol
(1914), Kosmogonischer Dialog (1914), Prima prove di un principio nuovo
sulla natura del Tempo come propedeutica alla dottrina del Ritmo (1921), Contro
Chopin: Impromptu de un filosofo dell'entusiasmo contro ogni possibile ritorno
del «Primitivo» (1921), La musicalità di Eschilo e l'enigma artistico
del «Prometeo incatenato» (1921)… y de crítica política y social como L'anima
di Ferrer. Conferenza tenuta a Ravenna (1914), La guerra d'oggi
considerata come una delle belle arti (1914) y Dio mendicante: il grido
della insurrezione indiana (1930)…
A pesar de su personalidad extravagante, no se debe menospreciar la valía
intelectual de algunas de sus obras. Diego Ruiz poseía una cultura amplia y
estaba siempre al día en diversas disciplinas científicas y humanísticas; por
ejemplo, para centrarnos en su ámbito profesional, era conocedor de la obra de
Freud a principios de siglo y de la de Reich en la década de 1930. Sin embargo,
creo que el importante pensador italoargentino José Ingenieros, en su libro La
cultura filosófica en España (1916), definió de manera acertada su
trayectoria: «Ruiz, que había comenzado por donde pocos terminan, parece
terminar por donde muchos comienzan. El bello decir, original y dionisíaco,
priva ahora sobre el grave pensar; y en vez de escribir obras de filósofo ha
creído más sencillo anunciarse como filósofo antes que escribirlas».
En 1931, procedente de Francia, después de ser expulsado de Italia, Diego
Ruiz retornó a Barcelona. Abandonada ya su actividad puramente filosófica, siguió
ampliando y difundiendo el ideario que había concretado en Del poeta civil i
del cavaller, se manifestó como un defensor acérrimo del retorno a una
cultura y un pensamiento de raíces iberosemitas, tarea que ya había iniciado
durante sus años italianos, y, de manera paralela, se aproximó al movimiento
libertario y colaboró en publicaciones como Solidaridad Obrera, Catalunya,
Tierra y Libertad y Umbral.
Continuó publicando libros de crítica política y social como El crim dels Reis Catòlics i la fi de la
missió de Castella (1931), Represión mental
en Alemania. Piezas de convicción para un juicio sobre el Nazismo y la cuestión
judía (1933), El Duce contra el Negus: análisis científico de un
sangriento conflicto (1935), Vacunar es asesinar. Dejarse vacunar,
suicidarse (1935) y La Química contra la humanidad: la verdad a mi
pueblo sobre la falacia de la defensa pasiva contra los gases (1937), entre
otros, todos bastante panfletarios —redactados con frecuencia como si se
tratara de la transcripción de una arenga— y de escaso interés intelectual,
pese a lo que pudieran apuntar sus títulos, siempre sugerentes. Y, ¡cómo no!, siguió
protagonizando nuevos episodios singulares que iban renovando e incrementando su
fama de personaje excéntrico.
El 1939 se exilió en Francia —residiendo en Toulouse y Biarritz— donde
todavía publicaría alguna obra y seguiría sumando activos a su trayectoria de
anécdotas estrambóticas y escandalosas como la de aceptar dar una charla en una
peña taurina para espetarles que «el único personaje digno y respetable de la
fiesta es el animal».
Sin duda, Diego Ruiz sufrió desde muy joven algún tipo de desequilibrio emocional
que se exteriorizaba con una intensificación exponencial de su comportamiento
megalomaníaco y en la estructura ideofugitiva de buena parte de sus
manifestaciones discursivas; unos rasgos que, sin embargo, también le
conferían, por lo visto, una capacidad de seducción asombrosa, tanto entre políticos,
escritores, filósofos y editores… como, pese a una proverbial falta de higiene,
entre bastantes mujeres jóvenes y hermosas.
¿Una mente brillante perdida en el laberinto de un trastorno psíquico? ¿Un pensador interesante obscurecido por las peripecias de una vida desordenada y devenido en embaucador? No seré yo quien emita un diagnóstico.
Jorge F. Fernández Figueras
Esbozo biográfico publicado en Ulthar. Revista de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, febrero de 2021
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