viernes, 7 de agosto de 2020

DIEGO RUIZ Y LA NUEVA ATENAS CATALANA




Diego Ruiz, fotografia publicada en el cuaderno que contiene el cuento 
«El boig Macbeth sacerdot» (Barcelona, 1907)


 

Diego Ruiz y la Nueva Atenas catalana

Hace unas semanas ha iniciado su actividad una nueva entidad, el Àgora Nova Atenes, cuyo objetivo principal es dar un nuevo impulso a Terrassa, «ponerla en el mundo». Este nombre tan curioso se basa en el descubrimiento de que, en el contexto del Noucentisme, Terrassa fue calificada a principios del siglo XX como la  Nueva Atenas catalana.

Parece que la persona que acuñó esta denominación fue Diego Ruiz (Málaga, 1881 - Toulouse, 1959), el protagonista del libro Jo! Memòries d’un metge filòsof (1925) de Prudenci Bertrana y un personaje bastante olvidado en nuestros días, que disfrutó de algunos momentos de fama intensa, pero efímera ... y no siempre por buenas razones.

Diego Ruiz se trasladó a Barcelona en 1894, donde residía su tío Rafael Rodríguez Méndez —médico, prestigioso catedrático y rector de la Universidad de Barcelona entre 1903 y 1905— y como él estudió medicina. Al terminar, aparentemente, la carrera, marchó a Bolonia en 1902, becado para doctorarse en la especialidad de Psiquiatría. He dicho aparentemente porque, si se consulta su expediente universitario, se puede comprobar que, a pesar de tener unas notas excelentes, no cursó el último año de la licenciatura. Aparte de esto, en Bolonia tampoco acabó el doctorado ... si es que llegó a iniciarlo.

Descubierta su impostura —y también debido a su comportamiento conflictivo—, en 1910 debería abandonar de facto el cargo de director del Manicomio de Salt, que, así pues, ejercía, indebidamente, desde 1909.

Diego Ruiz, en su segunda estancia en Barcelona (1905-1909), además de dar cientos de conferencias y de escribir numerosas colaboraciones en todo tipo de publicaciones culturales hasta convertirse en un personaje de un cierto renombre, escribió una serie de libros de contenido filosófico de difícil comprensión como, por ejemplo, Llull, maestro de definiciones (1906), Jesús como voluntad (1906) y De l’entusiasme com a principi de toda moral futura (1907); un par de libros de cuentos, Contes d’un filòsof (1908) y Contes de glòria i d'infern, seguits dels diàlegs i màximes del Super-Crist (1911); y un libro de carácter programático modernista para la formación política y cultural de unas nuevas élites conductoras de la nación catalana, Del poeta civil i el cavaller (1908).

A pesar de su personalidad conflictiva, era un hombre de una cultura amplia y siempre al día en todas las disciplinas, conocedor de Freud a principios de siglo y de Reich en la década de 1930, por ejemplo.

Los años siguientes, rechazado por los novecentistas y enemistado con bastantes modernistas, malvivió una triste bohemia, hasta que en 1913, tras una breve estancia en Francia y Suiza, se instala en Italia, desde donde realizará algunas largas visitas a Egipto y Palestina. Durante este periodo publicó bastante en italiano, francés y alemán.

En 1931 retornó a Barcelona, ​​donde se le editaron libros de polémica política y social como El crim dels Reis Catòlics i la fi de la missió de Castella (1931), Represión mental en Alemania (1933) y Vacunar es asesinar... (1935), entre muchos otros.

Sin duda, nuestro personaje sufría desde muy joven algún tipo de desequilibrio mental que se manifestaba en su comportamiento megalomaníaco y en la estructura ideofugitiva de su discurso; unos rasgos, sin embargo, que también le conferían, por lo visto, una capacidad de seducción asombrosa.

Si volvemos a nuestro centro de interés, debemos trasladarnos a Terrassa, al 4 de junio de 1905, cuando inició su relación con las fuerzas vivas de la Agrupación Regionalista con motivo de su asistencia a l’Aplec de la Mata. Una relación que se reavivó a partir del 27 de enero de 1907, cuando fue invitado por la Associació Musical a ofrecer la charla titulada «La canción popular en Italia y Alemania», la primera de una serie que dio ese mismo año para impulsar una Universidad Popular de Terrassa. En este contexto, durante una charla sobre Platón, calificó a Terrassa como la Nueva Atenas.

Por cierto, Paulina Pi de la Serra heredó una foto suya, testimonio del afecto del médico filósofo a nuestra ciudad, con la siguiente dedicatoria: «A Egara, la fèrrea, la fedele». ¿Qué no habría dado yo en mi juventud para tener esta foto en mis manos, ante mis ojos? Pero parece que un prohombre egarense a quien se la había regalado —no me preguntéis el nombre— la perdió de manera inverosímil durante el breve trayecto que va de la calle de la Verge dels Àngels a la plaza de...

Si se conoce el personaje y cómo vivía, se puede deducir que con estos halagos debía intentar obtener algún favor de sus anfitriones o hacer méritos para iniciar una carrera política como diputado por la comarca, pero ... ¿quién soy yo para poner en duda si Terrassa por su actividad política y cultural se merecía o no este epíteto más que otras poblaciones cercanas? Bastantes historiadores tiene la ciudad que podrán opinar con más criterio que yo respecto esta cuestión.

En fin, al margen de estas digresiones, felicito a los promotores de esta iniciativa enaltecedora de Terrassa y sugiero —algo de lo que ellos ya deben ser plenamente conscientes— que, antes de proyectarla hacia el exterior, habrá que hacerse bastante trabajo de puertas para adentro en nuestra precaria, sucia, triste y desvertebrada ciudad, para que se recupere el sentimiento de comunidad mediante el reforzamiento de los rasgos característicos de las diferentes manifestaciones de nuestra identidad, la revitalización del tejido asociativo en todos los barrios y ámbitos, y la promoción de los valores cívicos, hasta lograr que se convierta en un foco creador e irradiador de cultura viva.

Jordi F. Fernández

Publicado en Diari de Terrassa, 30 de agosto de 2017


P. S.  Que el creador de esta denominación de Nova Atenes para Terrassa fue Diego Ruiz, me lo dijo por primera vez Joaquim Ventalló en una conversación que mantuvimos un día de finales del mes de mayo de 1984. Paulina Pi de la Serra lo corroboró pocos días después cuando la visité en su casa en busca de la fotografía de Diego Ruiz dedicada a Terrassa; además, me hizo advertir que ya lo había indicado por escrito en su libro L'ambient cultural a Terrassa 1877-1977 (Caixa d'Estalvis de Terrassa, Terrassa, 1979).


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