Diego Ruiz, fotografia publicada en el cuaderno que contiene el cuento «El boig Macbeth sacerdot» (Barcelona, 1907) |
Diego Ruiz y la Nueva Atenas catalana
Hace unas semanas ha iniciado su actividad una nueva entidad, el Àgora Nova
Atenes, cuyo objetivo principal es dar un nuevo impulso a Terrassa, «ponerla en
el mundo». Este nombre tan curioso se basa en el descubrimiento de que, en el
contexto del Noucentisme, Terrassa fue calificada a principios del siglo XX como
la Nueva Atenas catalana.
Parece que la persona que acuñó esta denominación fue Diego Ruiz (Málaga, 1881
- Toulouse, 1959), el protagonista del libro Jo! Memòries d’un metge filòsof
(1925) de Prudenci Bertrana y un personaje bastante olvidado en nuestros
días, que disfrutó de algunos momentos de fama intensa, pero efímera ... y no
siempre por buenas razones.
Diego Ruiz se trasladó a Barcelona en 1894, donde residía su tío Rafael
Rodríguez Méndez —médico, prestigioso catedrático y rector de la Universidad de
Barcelona entre 1903 y 1905— y como él estudió medicina. Al terminar,
aparentemente, la carrera, marchó a Bolonia en 1902, becado para doctorarse en
la especialidad de Psiquiatría. He dicho aparentemente porque, si se consulta
su expediente universitario, se puede comprobar que, a pesar de tener unas
notas excelentes, no cursó el último año de la licenciatura. Aparte de esto, en
Bolonia tampoco acabó el doctorado ... si es que llegó a iniciarlo.
Descubierta su impostura —y también debido a su comportamiento conflictivo—, en
1910 debería abandonar de facto el cargo de director del Manicomio de
Salt, que, así pues, ejercía, indebidamente, desde 1909.
Diego Ruiz, en su segunda estancia en Barcelona (1905-1909), además de dar cientos
de conferencias y de escribir numerosas colaboraciones en todo tipo de
publicaciones culturales hasta convertirse en un personaje de un cierto
renombre, escribió una serie de libros de contenido filosófico de difícil
comprensión como, por ejemplo, Llull, maestro de definiciones (1906), Jesús
como voluntad (1906) y De l’entusiasme com a principi de toda moral
futura (1907); un par de libros de cuentos, Contes d’un filòsof (1908)
y Contes de glòria i d'infern, seguits dels diàlegs i màximes del
Super-Crist (1911); y un libro de carácter programático modernista para la
formación política y cultural de unas nuevas élites conductoras de la nación
catalana, Del poeta civil i el cavaller (1908).
A pesar de su personalidad conflictiva, era un hombre de una cultura amplia y
siempre al día en todas las disciplinas, conocedor de Freud a principios de
siglo y de Reich en la década de 1930, por ejemplo.
Los años siguientes, rechazado por los novecentistas y enemistado con bastantes
modernistas, malvivió una triste bohemia, hasta que en 1913, tras una breve
estancia en Francia y Suiza, se instala en Italia, desde donde realizará
algunas largas visitas a Egipto y Palestina. Durante este periodo publicó bastante
en italiano, francés y alemán.
En 1931 retornó a Barcelona, donde se le editaron libros de polémica política
y social como El crim dels Reis Catòlics i la fi de la missió de Castella
(1931), Represión mental en Alemania (1933) y Vacunar es asesinar...
(1935), entre muchos otros.
Sin duda, nuestro personaje sufría desde muy joven algún tipo de desequilibrio
mental que se manifestaba en su comportamiento megalomaníaco y en la estructura
ideofugitiva de su discurso; unos rasgos, sin embargo, que también le
conferían, por lo visto, una capacidad de seducción asombrosa.
Si volvemos a nuestro centro de interés, debemos trasladarnos a Terrassa, al 4
de junio de 1905, cuando inició su relación con las fuerzas vivas de la
Agrupación Regionalista con motivo de su asistencia a l’Aplec de la Mata. Una
relación que se reavivó a partir del 27 de enero de 1907, cuando fue invitado
por la Associació Musical a ofrecer la charla titulada «La canción popular en
Italia y Alemania», la primera de una serie que dio ese mismo año para impulsar
una Universidad Popular de Terrassa. En este contexto, durante una charla sobre
Platón, calificó a Terrassa como la Nueva Atenas.
Por cierto, Paulina Pi de la Serra heredó una foto suya, testimonio del afecto
del médico filósofo a nuestra ciudad, con la siguiente dedicatoria: «A Egara,
la fèrrea, la fedele». ¿Qué no habría dado yo en mi juventud para tener esta
foto en mis manos, ante mis ojos? Pero parece que un prohombre egarense a quien
se la había regalado —no me preguntéis el nombre— la perdió de manera
inverosímil durante el breve trayecto que va de la calle de la Verge dels Àngels
a la plaza de...
Si se conoce el personaje y cómo vivía, se puede deducir que con estos halagos
debía intentar obtener algún favor de sus anfitriones o hacer méritos para
iniciar una carrera política como diputado por la comarca, pero ... ¿quién soy
yo para poner en duda si Terrassa por su actividad política y cultural se
merecía o no este epíteto más que otras poblaciones cercanas? Bastantes
historiadores tiene la ciudad que podrán opinar con más criterio que yo
respecto esta cuestión.
En fin, al margen de estas digresiones, felicito a los promotores de esta
iniciativa enaltecedora de Terrassa y sugiero —algo de lo que ellos ya deben ser
plenamente conscientes— que, antes de proyectarla hacia el exterior, habrá que
hacerse bastante trabajo de puertas para adentro en nuestra precaria, sucia,
triste y desvertebrada ciudad, para que se recupere el sentimiento de comunidad
mediante el reforzamiento de los rasgos característicos de las diferentes
manifestaciones de nuestra identidad, la revitalización del tejido asociativo
en todos los barrios y ámbitos, y la promoción de los valores cívicos, hasta
lograr que se convierta en un foco creador e irradiador de cultura viva.
Jordi F. Fernández
Publicado en Diari de Terrassa, 30 de agosto de 2017
P. S. Que el creador de esta denominación de Nova Atenes
para Terrassa fue Diego Ruiz, me lo dijo por primera vez Joaquim Ventalló en
una conversación que mantuvimos un día de finales del mes de mayo de 1984.
Paulina Pi de la Serra lo corroboró pocos días después cuando la visité en su
casa en busca de la fotografía de Diego Ruiz dedicada a Terrassa; además, me
hizo advertir que ya lo había indicado por escrito en su libro L'ambient
cultural a Terrassa 1877-1977 (Caixa d'Estalvis de Terrassa, Terrassa, 1979).
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